Un día mi hijo de 10 años al llegar de la escuela me platicó que no entendía porque en su salón sus compañeros no podían entender lo importante que era escuchar a los demás, como hacen en Bunko Papalote. Todos sus compañeros hablan al mismo tiempo haciendo un alboroto y haciendo perder el tiempo de clase. Como mamá me sentí positivamente sorprendida de que algo tan sutil como esto permea ya la vida cotidiana de mi hijo y como sus talleres en Bunko aportan no solo a su gusto por la lectura sino también a su formación.

R.L.

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